Pensiero e desiderio. Parte 2 - Fontana Editore

Pensamiento y deseo. Parte 2

Alessandro Rusticelli

3. Querer es poder.

Con Nietzsche, la reflexión de Occidente toma un rumbo diferente. El vínculo entre deseo y pensamiento creativo aparece con frecuencia en sus obras, y comienza a cobrar fuerza la idea de que el deseo no es solo carencia, sino expresión de poder.

Por supuesto, una fuerza así también puede ser destructiva, pero eso no impide su potencial creativo. No es casualidad que Nietzsche estuviera influenciado por las ideas de la filosofía india, que precisamente en esos años comenzaban a circular por Europa.

Como veremos más adelante, en la India la fuerza creativa del deseo fue reconocida tempranamente, mientras que, en un camino casi opuesto al de Occidente, se reflexionó sobre sus aspectos negativos solo en un segundo momento.

Con el existencialismo y el psicoanálisis, la intuición platónica deja de ser metafísica para convertirse en psicológica, y comienza a vislumbrarse un tema inédito: la idea de que el deseo no es falta de objeto, sino de sujeto.

Así se manifiesta la preocupación del pensamiento continental por la naturaleza del Yo. El hombre occidental se mira a sí mismo y descubre el vacío, la incertidumbre y la inestabilidad, espacios abiertos y aterradores que intenta llenar con los objetos del deseo. ¿No estamos acaso intentando colmar nuestra propia falta de sentido cuando perseguimos los objetos del mundo y las sensaciones que provocan?

En esta dirección se mueve también el pensamiento de Jacques Lacan, uno de los teóricos más influyentes del psicoanálisis moderno . Para Lacan, el deseo es central en la estructura psíquica del ser humano: no es simplemente una manifestación de necesidades o impulsos biológicos, sino más bien un proceso complejo que involucra la relación entre el individuo y el mundo exterior.

En otras palabras, es el deseo lo que nos impulsa en nuestra relación con el mundo y con los demás.

El pensamiento deseante surge de la percepción de una carencia en el ser, que nunca puede ser plenamente satisfecha. Es esta incompletitud lo que nos impulsa a buscar la satisfacción en el exterior, a través de bienes, relaciones e ideales que simbólicamente representan lo que nos falta.

Resultan fascinantes las posibles referencias a la noción budista del anatta, un tema demasiado amplio para tratarlo aquí.

La línea de pensamiento iniciada por Nietzsche alcanza su plena madurez con Deleuze, quien afirma sin rodeos que el deseo no sirve para cicatrizar ninguna herida incurable, sino que, por el contrario, alimenta el pensamiento, haciéndolo dinámico y productivo.

Según el autor, el deseo no carece de nada, sino que es una fuerza positiva que crea lo que antes no existía.

La crítica de Deleuze se centra particularmente en contra del psicoanálisis que, según él, habría traicionado completamente el sentido de su propio descubrimiento, convirtiendo al inconsciente y a sus pulsiones no en una fuerza revolucionaria, sino en el "teatrillo de Edipo", cuya descifración sería funcional solo para domesticar el deseo, privándolo de su potencia.

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