La pedagogía del niño real. Entrevista con Nicoletta Geniola.
Fontana EditorePara CCBlog, entrevistamos a Nicoletta Geniola , autora de "La pedagogía del niño real".
CCBlog: ¿Qué motivó la necesidad de escribir este libro?
Nicoletta: La necesidad de escribir este libro surge, como para cada uno de nosotros, de la necesidad de expresar nuestras experiencias con plena autenticidad y belleza, y transformarlas en una lección útil para nosotros mismos y para los demás. Lo que me impulsó a escribir fue la necesidad de devolver el valor y el significado a las relaciones, entendidas como conexiones conscientes y significativas que establecemos con nosotros mismos y con los demás. Solo cuando somos plenamente conscientes de quiénes somos, una relación puede ser verdaderamente educativa. Educar significa liberar la belleza interior de cada uno de nosotros para que podamos despertarla también en los demás. Para enseñar, simplemente necesitas saber; para educar, necesitas ser. Antes de ser hijos del hombre, somos hijos del Cosmos, la inteligencia que habita en nuestro interior y espera ser despertada.
“Somos la gota que contiene la información de todo el océano”.
Tomar conciencia de esta cualidad de nuestra naturaleza nos permite mirar la vida desde una perspectiva más cercana a la verdad y a la bondad.
Lo que más me inspiró a hablar de la educación en términos de la "evolución de la conciencia humana" es la conciencia de que dentro de cada uno de nosotros existe una naturaleza divina, además de una naturaleza humana que necesita ser despertada y respetada. A menudo olvidamos el poder y la belleza de esta naturaleza y somos incapaces de dialogar con ella. Este diálogo requiere, ante todo, la valentía de mirar hacia dentro, de recordar la pureza de la propia naturaleza, de superar el ego y la separación, de pasar del Yo-Tú al Nosotros. Integrar la naturaleza humana con la divina también requiere, sobre todo, la capacidad de reconocerse a uno mismo, de perdonarse para amarse de nuevo, de comprender las verdaderas razones de la propia existencia y transformarlas.
En pocas palabras, descubrir la propia naturaleza divina significa volver a ser "verdaderos hijos", hijos de la luz. El hijo de la luz es la síntesis armoniosa y completa del padre y la madre del espíritu y el alma en nosotros. Representa nuestra naturaleza divina, capaz de dar y recibir equitativamente e incondicionalmente.
Es el amor propio lo que, más que nada, me ha impulsado a escribir, la única manera de ayudar a otros a crecer con armonía y autenticidad. Solo reeducandonos para amarnos como seres divinos podemos transformar la calidad de nuestras relaciones con los demás, especialmente cuando esa otra persona es nuestro hijo. Nuestros hijos son felices cuando nosotros también lo somos.
Para ser felices, debemos amarnos, y para amarnos, debemos conocernos más allá de lo que creemos ser. Somos seres extraordinarios y, como tales, capaces de una sensibilidad elevada y de amar incondicionalmente.
Para amar incondicionalmente, necesitas amarte a ti mismo, dar un paso al costado, olvidarte de ti mismo y abrirte a un sentimiento de amor “impersonal”, puro y libre de expectativas.
Es necesario “sentir” al otro para reconocer en él la parte más bella de ti.
Sólo aprendiendo el verdadero amor podremos criar hijos reales.
El propósito del libro es allanar el camino hacia una humanidad nueva y despierta, más sensible y atenta al respeto por la vida, entendida como un organismo "sensible" capaz de sentir y, por lo tanto, de interpretar la realidad en otros planos. Es urgente preparar a los padres y a quienes contemplan la paternidad para que reconozcan nuevos lenguajes y aprendan nuevas formas de comunicación, sanación y transformación, a fin de acoger a los hijos de esta nueva era, Seres de Luz, que hablan el "lenguaje sensible" del corazón.
¿Qué quieres decir con Nueva Era?
Nueva Era no tiene nada que ver con la palabra “nueva era”, todo lo contrario.
La Nueva Era es una nueva dimensión de conciencia que se mueve desde el plano inferior de la personalidad, ligado al instinto de supervivencia, la separación y el ego, al plano superior de la espiritualidad: el corazón, ligado al amor y el respeto por la vida. La nueva era es la dimensión de la unidad, la apertura, la aceptación y la bondad. Esta dimensión de conciencia, ubicada en el corazón, solo se puede alcanzar mediante un trabajo duro en uno mismo. Duro porque ya no valoramos cosas simples como mirarnos a los ojos, abrazarnos o sentir la energía del otro y reconocernos como parte de ella. Comprender que no somos solo un cuerpo, sino algo más, ya es un paso hacia la nueva dimensión.
Lo que llama la atención es la originalidad del título: La pedagogía del niño real . Nos interesa saber por qué hablas de «Niño real».
Sí, efectivamente, el título despierta mucha curiosidad, y no negaré que yo también me sorprendí un poco al leerlo. Luego, a medida que escribía, fui comprendiendo sus significados ocultos. El primero es que los niños de hoy ya no tienen derecho a ser niños, sino que, con frecuencia, se someten a un proceso de educastración que ve su verdadera naturaleza alterada, estandarizada y manipulada según los intereses personales de los adultos.
Los niños suelen ser víctimas de situaciones emocionales no resueltas a manos de sus padres, y especialmente de personas no adultas. Con frecuencia, sufren la ignorancia de los "adultos", obligados a convertirse en lo que ellos quieren ser, excepto ellos mismos. A menudo, los niños se someten a la voluntad de un sistema que dicta su comportamiento según sus propios intereses, deshumanizando e insensibilizando su verdadera naturaleza espiritual.
Un niño de verdad es un niño que se expresa con toda su autenticidad; es un niño feliz, cuya felicidad se manifiesta como una cualidad interna, sin dependencia externa. Es un niño que sabe asombrarse y fijarse en los pequeños detalles, que le encanta experimentar, ensuciarse y, sobre todo, que le encanta desobedecer.
La pedagogía del niño verdadero nació como un camino de despertar de la conciencia, dirigido a los padres, ya que un niño puede llamarse verdadero sólo si el padre ha sanado su propio niño interior, sólo si él mismo ha recuperado su propia autenticidad transformando a su propio niño herido en un niño de luz y emergiendo así de la separación.
No puedes ser un padre auténtico si no has aprendido a criarte a ti mismo. Solo cuando nutrimos a nuestro niño interior e integramos el principio de las fuerzas arquetípicas del padre y la madre en nuestro interior, podemos cuidar verdaderamente a nuestro hijo y hacerle bien.
La paternidad representa una de las experiencias más evolutivas en la dinámica emocional del individuo, un verdadero viaje iniciático y transformador para convertirse en padres auténticos, conscientes del proceso de cambio en marcha.
¿Cómo entender la relación con los demás y cuándo puede considerarse verdaderamente educativa?
Entiendo las relaciones con los demás como un intercambio de información que viaja en paralelo tanto en el plano visible como en el invisible. A menudo, la información del plano invisible, o energético, se nos escapa porque no somos plenamente conscientes de ella.
Las relaciones con los demás se convierten así en un intercambio energético que puede comunicar armonía o desarmonía. Cada uno de nosotros puede hacer de la relación con sus hijos una oportunidad para comprender su propia belleza, para transformarse y ser transformados, para sanar y ser sanados, para estar bien, para amar y ser amados, y sobre todo, una oportunidad para aprender a escucharnos a nosotros mismos. Las relaciones son una oportunidad de crecimiento que nos permite abrirnos a un "sentimiento" diferente. Tiziano Terzani decía que la mejor manera de comprender la realidad es a través de los sentimientos. La mayoría de las veces, estamos tan contaminados por las emociones que ya no somos capaces de escuchar con el corazón y discernir la verdad de la falsedad. Aunque las emociones hagan latir el corazón, no significa que se originen en él.
El sentimiento viene del corazón y nos enseña el desapego, la escucha, pero sobre todo nos enseña que los estímulos invisibles son más importantes que los estímulos materiales, ya que actuamos sobre ellos para transformarlos en algo positivo o negativo.
Esto significa que los procesos informativos se activan en una relación independientemente de nuestras acciones. Transmitimos al otro no tanto lo que decimos y hacemos, sino lo que emanamos y, por lo tanto, lo que somos.
Una relación puede considerarse educativa y co-constructiva cuando somos conscientes de irradiar energía positiva a altas frecuencias, es decir, cuando hemos logrado transformarnos en algo bueno para el otro. Para irradiar energía positiva, debemos vivir en el corazón. Vivir en el corazón significa estar presentes para nosotros mismos y para el otro; cuando esto sucede, se abre un espacio neutral donde todo es posible.
Darse cuenta de que gran parte de nuestro mundo no se mueve únicamente en una dimensión material, tangible y visible puede transformar la calidad de nuestras relaciones con los demás.
Existen fuerzas invisibles y energéticas a nuestro alrededor; conectar con estas fuerzas significa establecer un diálogo con nosotros mismos y con nuestro entorno; significa comunicarnos en un espacio sagrado.
Lo singular de su visión educativa del fracaso como un momento de desarrollo individual. ¿Por qué la mayoría de la gente le teme al fracaso? ¿Cómo puede la superación de estos miedos y limitaciones ayudarnos a mejorar la calidad del proceso educativo?
Sí, tu visión del fracaso es verdaderamente original. Por experiencia, puedo decir que el fracaso me ha enseñado a ser, porque cada vez que lo experimento, me encuentro volviendo a casa con más frecuencia. A menudo, la gente tiende a caracterizar esta experiencia negativamente, incluso sintiéndose avergonzada por no haber alcanzado una expectativa. Para mí, el fracaso es la muerte del ego, la oportunidad de liberar la naturaleza divina de la naturaleza humana. El fracaso, ya sea en cuanto a creencias o aspiraciones, es la experiencia iniciática por excelencia, que libera al hombre de la ilusión de la materia y de la engañosa creencia en el bienestar y la felicidad que ha creado a su alrededor.
Lo que a menudo parece injusto para el individuo, en realidad no lo es. La inteligencia cósmica simplemente nos reubica en la dimensión correcta, la más auténtica.
La gente teme al fracaso porque teme a la muerte. Están tan identificados con la materia que ven la muerte como el fin de sus certezas, en lugar de una oportunidad para transformarlas. En realidad, lo que muere es solo el miedo a la verdad. La naturaleza divina sabe que la muerte es el comienzo de la vida; la naturaleza humana la teme.
A través de la experiencia del fracaso de la personalidad, el hombre se redescubre a sí mismo, supera el miedo a lo desconocido y regresa a la fluidez. Regresar a la fluidez significa despertar el principio femenino interior, la capacidad de abandonarse y confiar sin necesidad de controlar los acontecimientos. Cuanto más intentamos controlar la realidad, menos real se vuelve.
El libro también contiene una serie de ejercicios prácticos. ¿Cómo crees que deberían abordarse?
Sí, el libro presenta 11 ejercicios prácticos que pueden abordarse en el orden indicado o según el tipo de trabajo que queramos realizar en ese momento. Los ejercicios son principalmente meditativos para reconectar con nuestro yo más auténtico, pero también para aprender a cuidarnos y amarnos, empezando por nosotros mismos.
He estudiado y experimentado algunos ejercicios durante mi experiencia de crecimiento espiritual en contacto con la naturaleza. Como profesora de yoga y sanadora, he descubierto que la naturaleza es el entorno más adecuado para aprender un nuevo lenguaje: presente, silencioso y mágico. Algunos ejercicios en la naturaleza ayudan a educar nuestros sentidos hacia formas de lenguaje más cercanas a los seres de luz y a los niños.
Está claro que este libro es parte de tu viaje de crecimiento y desarrollo personal: ¿cuál es tu misión?
Sí, así es. Mis difíciles experiencias infantiles han despertado, con el tiempo, tras diversas experiencias iniciáticas, desde angustia emocional hasta enfermedades físicas, mi verdadera vocación como educador espiritual. Mi misión es recordar a los demás quiénes son realmente, liberándolos de la ilusión de la separación. Mi misión es acompañar a las personas en las distintas etapas de la iniciación.















































