La piramide della realtà e la mano nel muro - Fontana Editore

La Pirámide de la Realidad y la Mano en la Pared

Rocco Fontana

La Pirámide de la Realidad y la Mano en la Pared

Si quisiéramos comprender la realidad con un concepto simple, entenderíamos que todo lo que vemos y no vemos está estructurado como una pirámide.

La pirámide de creación de la realidad que vemos equivale a muchos niveles y por lo tanto en cada nivel habitan, se mueven y se insertan muchas entidades para formar completamente la estructura.

Es un bloque único, somos parte de él y somos fragmentos de él.

La pirámide es, por lo tanto, una pirámide dimensional, donde cada nivel corresponde a una dimensión específica. Para los estudiantes de Cábala, es evidente que, al conectar con diferentes energías, es necesario comprender con qué niveles de la pirámide se está conectando.

Cuando estamos en el mundo físico, es importante comprender sus límites, pero también las posibilidades de poder controlar las otras dimensiones que presionan al mundo físico, que nosotros mismos vemos y en parte gestionamos.

De aquí proviene el concepto de individualidad, que en realidad es simple. Imaginemos atravesar una pared con la mano. No podríamos, porque todo tiene una individualidad finita y dual. Pero en el concepto de unidad, no hay separación entre la mano y la pared. La mano y la pared son dos individuos, pero esto es una ilusión. La individualidad es una sola y, por lo tanto, la mano y la pared son el mismo individuo. La misma identidad.

Todo es uno, pues es en nuestra mente donde se elaboran las letras de ese concepto. Por eso es esencial bendecir el mundo externo, ya que este no es más que una manifestación de nuestro mundo interno, y al ser uno con él, la separación no existe realmente.

Pero así como la pirámide es una —en el sentido de que permanece una con el todo— también está hecha de ladrillos, de partes, y cada parte es esencial para alcanzar la cúspide.

Entonces ¿entiendes tu importancia?

Cada persona tiene su propio cuerpo único y su propio trabajo para mantener la pirámide en su conjunto. Si ahora te das cuenta de que estás dentro de una pirámide que puedes considerar como un todo, incluso la simple respiración es esencial. Así que reflexiona sobre tu rol y tu posición. ¿Mantienes esa posición o intentas escapar?

Somos lo que somos.

Partes de un todo.

Somos lo que creemos ser y, sobre todo, lo que elegimos ser en ese momento. A veces nos damos cuenta de que también somos lo que podemos ser, según nuestro nivel de comprensión y conocimiento. Aumentar nuestro conocimiento nos llevaría a ascender por la pirámide hasta llegar a la cima, poco a poco, sea lo que sea que eso signifique para nosotros.

Cuanto más nos acercamos a la cima, más se difumina la distinción entre lo físico, lo psíquico y lo material y todo se vuelve más “ligero”.

Vivir una vida para el espíritu nos lleva automáticamente a ver cómo todo es uno —y uno es todo—, y esto nos abre automáticamente a comprender algunas puertas fundamentales, como la compasión y la aceptación del otro. Porque no hay ladrillo que esté fuera de la pirámide ni en contra de ella. Todo se mantiene unido.

Comprender que cuanto más alto se asciende, menos piedras se tienen es esencial para aliviar las cargas que enfrentamos —problemas y dudas, preguntas e incertidumbres—, ya ​​que lo que nos agobia no es otra cosa que comprender que nos encontramos en un nivel básico de la pirámide. En los rangos más bajos.

Cuando nos integramos, escalamos y, por lo tanto, crecemos.

Simplemente deducimos que elevarnos –por tanto– nos aligera y nos muestra lo que realmente somos.

Integrar las demás piezas de la pirámide nos lleva automáticamente a la siguiente etapa y, por lo tanto, a la elevación espiritual. Elevar nuestro nivel, por lo tanto, significa integrar, comprender, perdonar y permitir que la dimensión de uno mismo se convierta en una realidad tangible. El otro está dentro de nosotros, en una parte infinitesimal de nosotros, y por lo tanto, ascender en la pirámide requiere una comprensión constante de la realidad, de los mundos visibles e invisibles que, en última instancia, conducen al salto final.

De hecho, se puede alcanzar la cima a través de un proceso lento y constante de observación y meditación sobre la realidad, sin juicio dual.

Las múltiples realidades, por tanto, son sólo uno de los espejos que debemos integrar de nuestra inmensidad, para alcanzar la luz completa y volver a dejar entrar nuestra mano en la pared, sin necesidad de separación alguna.

Estamos en un viaje hacia el Uno.

Y ese es el magnífico viaje que se nos ha concedido.

Manuel Rea

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